‘¿Dónde hago clic?’: Muchas familias hispanas trabajan para superar desafíos del aprendizaje virtual

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SILER CITY - Evelin Karina Barrera, de 35 años, recuerda los primeros tres meses de aprendizaje remoto como un gran dolor de cabeza.

Tiene tres hijos que asisten a la escuela primaria Virginia Cross. El mayor, Joseph, es un estudiante de quinto grado y sus dos gemelos, Aldo y Gabriela, están en tercer grado. Cuando no trabaja a tiempo parcial en una tienda, ha estado supervisando la educación de sus tres hijos — y eso es un poco difícil cuando habla poco inglés.

“Tengo que primero traducir las cosas (en la tarea) para poder entenderle y poderles explicar a ellos en español y a ellos que lo pongan en inglés, digamos”, dijo ella. “Eso ha sido lo poco difícil para mí, pero (es) la forma de que los ayudo a ellos.”

Pero la barrera del idioma no es el único desafío para muchos padres hispanos como Karina Barrera en Siler City; muchos también han luchado por superar el estrés, los escasos conocimientos tecnológicos y por encontrar el equilibrio adecuado entre sus trabajos y la educación de sus hijos.

Al principio, Karina Barrera dirigió que sus hijos comenzaran a hacer los paquetes a mano.

“De la tecnología yo de verdad no sé mucho”, dijo, y agregó. “Para mí eso (los paquetes a mano) era una buena opción, como era mejor hacerlo así en papel las tareas y todo lo que había que hacer.”

Pero eso le dio más trabajo y frustración de lo que esperaba. Tuvo que sentarse con sus hijos, especialmente con sus gemelos, para traducir todo en los paquetes al español para poder explicarles lo que necesitaban saber y hacer — e incluso eso fue un poco complicado ya que sus gemelos hablan poco español y escribir aún menos.

Entonces, después de que sus hijos completaron aproximadamente un paquete y medio, cambiaron al aprendizaje en línea: su hijo de quinto grado usó la computadora de la casa mientras que sus gemelos aprendieron en dos proporcionados por el distrito escolar.

“No sabía cuándo iba a cambiar esto y era como más práctico para ellos, pues obviamente van a aprender más porque en la computadora hay más formas como estratégicas para que ellos aprendan”, dijo y agregó, “No estaban aprendiendo y era más frustrante para mí porque yo tenía que estar ahí viendo como ellos lo hacían”.

La barrera del idioma y poco conocimiento técnico son dos de los mayores desafíos que enfrentan muchas familias hispanas en Siler City, dijo Jazmin Mendoza Sosa, especialista en apoyo estudiantil de Comunidades en las Escuelas (CIS) en Virginia Cross.

Mendoza Sosa sirve a casi 50 estudiantes de Virginia Cross y sus familias, incluida la de Karina Barrera, y generalmente realiza alrededor de 10 “visitas al porche” al día, ayudando a los estudiantes con las clases, solucionando problemas tecnológicos y, ocasionalmente, dando tutoría a quienes necesitan ayuda.

Antes de COVID-19, dijo que algunas familias hispanas que ella sirve no tenían computadoras personales ni Wi-Fi, ya que ninguna de las dos era esencial como lo es ahora para la educación de sus hijos. Es por eso que el cambio al aprendizaje remoto ha abrumado a muchas de sus familias, dijo.

“He pasado como una hora en FaceTime donde tengo a los padres (en) la cámara diciendo, ‘OK, ¿dónde hago clic?’ Y tengo que decir, ‘Haga clic aquí a su izquierda o a su derecha’, o incluso deletreo qué palabra necesitan encontrar en la pantalla ”, dijo Mendoza Sosa. “Simplemente acceder a una contraseña o un correo electrónico puede llevar hasta una hora, lo que en estándares normales solería tardar menos de dos minutos”.

La inexperiencia con las computadoras conduce a otros desafíos. Aunque muchos padres crean cuentas de correo electrónico para acceder a las redes sociales, Mendoza Sosa dijo que muchos no las usan como su principal medio de comunicación.

“Es difícil cuando los maestros dicen: ‘Te estoy enviando información sobre el aprendizaje virtual’, cuando los padres no están realmente acostumbrados a usar ese correo electrónico”, dijo. “Entonces eso causa problemas porque si no hay una llamada telefónica, entonces son como, ‘No sé lo que está pasando’”.

La barrera del idioma tampoco ayuda.

“Las computadoras solo están en inglés. Las instrucciones están solo en inglés”, dijo Mendoza Sosa. “Entonces, incluso si pudieran ingresar una contraseña, no serían capaces de decir realmente cuál es. Escuché a los padres decir: ‘Estoy usando el Traductor de Google para traducir las instrucciones en la computadora para poder ayudar a mi hijo’”.

‘Mi silla siempre está dando vueltas’

Más allá de los problemas tecnológicos, Mendoza Sosa dijo que ha visto a muchos padres hispanos luchar para mantenerse al día con los horarios de clase de sus hijos y mantenerlos comprometidos. A otros les cuesta responder preguntas sobre las tareas escolares que los maestros normalmente abordarían.

Algunos padres no pueden leer ni escribir en inglés o español, agregó Mendoza Sosa, pero a pesar de eso, todavía hacen lo que pueden para apoyar a sus hijos. Durante una visita a casa hace unos meses, Mendoza Sosa recordó estar sentada en una mesa dando tutoría a dos estudiantes usando una pizarra mientras la madre se sentaba frente a ellos, mirándolos trabajar y borrando la pizarra de vez en cuando.

“Y sé que borrar la pizarra puede no parecer (como) mucho para la gente”, dijo. “Pero eso es mucho para una madre que no sabe leer ni escribir ... (Es mucho para) quedarse ahí y decir: ‘No puedo ayudar a mis hijos, pero no voy a dejar que la Srta. Jazmin se siente con mis hijos. Voy a estar allí y ver qué está haciendo para imitar algunas de las cosas’”.

Para Jessica Bacho, una madre en Siler City, uno de los mayores desafíos del aprendizaje remoto es estar al día de los horarios de sus hijos y lograr que estén conectados y comprometidos a sus clases. Cuida a cinco niños, incluido un bebé de 2 años, tres estudiantes de Virginia Cross y una niña de 12 años en Chatham Middle.

“Yo tengo una niña que tiene déficit de atención y a ella le cuesta conectarse y no le gusta. A veces no quiere”, dijo. “Entonces tienen casi los mismos horarios y tengo que estar viendo a un niño después del otro, al otro y ver que están poniendo atención”.

Aunque dijo que no sabe usar mucho las computadoras y habla poco inglés, ayuda a sus hijos lo mejor que puede.

“No puedo hablarlo bien, pero sí lo puedo entender”, dijo. “Entonces eso me ayuda para poder ayudarles a ellos y cuando tengo dudas, le pregunto a mi hija, la mayor”.

Jessica Hernández Guerrero, de 29 años, enfrenta desafíos similares en un entorno diferente: todos los días lleva a su hija, Hailey, a Warrior Steel Erection Corporation en Siler City, donde trabaja como contadora.

A pesar de que vive a una hora de distancia, teletrabajar nunca fue una gran opción para ella ya que una gran parte de su trabajo incluye tareas administrativas. Ella y su familia viven en Biscoe, donde Hailey asiste a la Escuela Primaria Green Ridge como estudiante de segundo grado.

Supervisar el aprendizaje de Hailey ha resultado difícil para Hernández Guerrero, aunque está sentada a unos metros de distancia. Tiene que equilibrar el trabajo de Hailey con el suyo y, a veces, la escala termina cayendo de una dirección u otra.

“Siempre que ella tiene tarea, voy y la ayudo un poco (y) solo me aseguro de que esté haciendo su trabajo, luego regreso a mi trabajo y estoy como de un lado a otro”, dijo. “Mi silla siempre está dando vueltas”.

Muchas veces también gira la de Hailey.

“Tengo que pelear con ella, discutir con ella, porque ella realmente no presta atención”, dijo Hernández Guerrero. “Así que tengo que decir, ‘Oye, Hailey, escucha a tu maestra. Oye, Hailey, toma apuntes’, porque no se siente como si estuviera en la escuela. Ella está sentada ahí mirándola y jugando’”.

Eso hace que a Hernández Guerrero le resulte más difícil asegurarse de que Hailey entregue sus tareas a tiempo — especialmente cuando está ocupada en su propio trabajo.

“Me enoja porque digo, ‘No es así como se supone que debes hacerlo. No estás aprendiendo nada’”, dijo. “No es su culpa, pero quiero decir que no es lo que queríamos”.

‘Nunca se va a comparar’

Hernández Guerrero desea que Hailey vuelva al aprendizaje presencial —  pero al mismo tiempo no lo desea.

“No siento que realmente esté aprendiendo”, dijo. “Es decir, le enseño de la mejor manera que puedo. Pero siento que no es lo mismo”.

Le preocupa que los niños más pequeños no escuchen a sus maestros acerca de seguir las guías de salud. Pero también es un poco más complicado que eso: si la junta escolar del condado de Montgomery decide permitir que los estudiantes de la edad de Hailey regresen, ella dijo que tendría que encontrar alguna manera de inscribir a Hailey en Siler City Elementary, a la que asistió cuando todavía vivía en Siler City.

Antes de la pandemia, solía trabajar en otro lugar y se iba alrededor de las 3:30 p.m. mientras que alguien más cuidaba a Hailey hasta que pudiera recogerla. Pero ahora se va a las 5 p.m. y trabaja a una hora de se casa. Su marido trabaja y tampoco puede recogerla. Es por eso que se sintió aliviada al saber que la junta escolar de Montgomery votó a favor de continuar con el aprendizaje virtual.

“Me está dando más chance de averiguar cómo hacerlo el próximo año”, dijo. “Me preocupaba si iban a aceptar a Hailey en las escuelas del condado de Chatham cuando vive en otra ciudad. Ojalá pueda encontrar algo el próximo año”.

Para Karina Barrera, la parte más difícil del aprendizaje remoto fue adaptarse a todos los cambios, y ahora dijo que lo peor de eso ya pasó.

“Fue un proceso, pero pues gracias a Dios ya estamos como más familiarizados con todo esto pues ya se ha hecho más fácil”, ella dijo, y agregó, “Antes les costaba mucho (hacer la tarea). Ahora ya agarraron la práctica y ya la están haciendo bien rápido”.

Pero ella y Bacho están de acuerdo en que la educación remota no ha ayudado a sus hijos a aprender — y por eso dijeron que aceptaron la reciente decisión de la junta escolar en Chatham de permitir que algunos estudiantes regresen a alguna forma de aprendizaje presencial.

“(El aprendizaje remoto) nunca se va a comparar con lo que sea directamente en persona”, dijo Karina Barrera. “Yo pienso que es por un 50% de mi forma de ver las cosas porque tal vez se aprenden pero muy despacio pienso yo porque no es lo mismo”.

“En la escuela los pueden enseñar más y también que las maestras pueden enseñarles más y más detallado que uno como padre que a veces no entiende”, añadió Bacho.

Pero ambos dijeron que hubieran preferido que los niños mayores regresaran primero.

“Siento que ellos se están atrasando más en aprender”, dijo Bacho. “Mi hija del kínder no está teniendo problemas con su aprendizaje y es más dedicada a su tarea y clases que los niños mayores. Uno como padre puede ayudar a los niños pequeños más que un niño grande ya que sus niveles son más difíciles”.

Pero pase lo que pase, Bacho dijo que seguirá tratando de motivar a sus hijos a estudiar y lograr una mejor calidad de vida que la educación ofrece.

“En nuestros países (en América Latina) con esto de la pandemia no pueden hacer tareas los niños porque sus escuelas no les dan una computadora y no les dan material porque no hay esa facilidad que hay acá en los Estados Unidos”, dijo. “Entonces ellos (sus niños) tienen que valorar lo que tienen porque les dan facilitadas muchas cosas que en otros países del mundo no se puede hacer.”

Se puede contactar a la reportera Victoria Johnson en victoria@chathamnr.com.